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Uno de mis mayores más queridos

El abuelo nos resulta familiar a todos, ¿verdad? Mi abuelo me quiere mucho y yo quiero mucho a mi abuelo. Tiene casi 60 años. Era alto y delgado y no se parecía en nada a mi padre, a mi tío ni a mí. El abuelo tiene algunos hilos plateados en el pelo. Debe estar preocupado por nosotros, los jóvenes.

Me gusta ir a la casa de mi abuelo. Cada vez que voy a su casa, me prepara comida deliciosa para comer, pero no come nada, así que me deja en paz. El abuelo es contador y es bueno en matemáticas, así que si estoy en casa de mi abuelo, lo dejaré jugar conmigo las 24 horas del día después de salir del trabajo. Jugó conmigo sin importar el cansancio.

Lo que más admiré fue esa época. Ese día estaba viendo la televisión y mi padre recibió una llamada diciendo que algo le había pasado a mi abuelo. Lo escuché e inmediatamente fui al lugar del accidente con mi padre. Lo que vi fue un accidente automovilístico. Después de un tiempo, mi padre y la persona que golpeó a mi abuelo lo llevaron al hospital. En el hospital, el médico me dijo que mi abuelo tenía el hombro izquierdo fracturado y que, por lo demás, estaba bien. Al oír esto, respiré profundamente. Pronto, mi padre dijo que quería poner un yeso en los huesos y mi abuelo aceptó de inmediato. Pensé: si yo fuera tú, lo pensaría durante mucho tiempo y estaría mentalmente preparado. Pero el abuelo estuvo de acuerdo, vale la pena aprenderlo.

El abuelo entró al quirófano y mi padre y yo esperábamos nerviosos y ansiosos afuera. Pensé: ¿Le pasará algo al abuelo? ¿El fracaso de la operación dejará al abuelo discapacitado? Empecé a sudar frío al pensar en esto. Pero inmediatamente me consolé: todo irá bien, la medicina está muy avanzada ahora. Además, si nos ha sucedido la desgracia, ¿cómo puede haber otro género? Después de mucho tiempo de espera, finalmente se realizó la operación. Papá preguntó cómo fue la cirugía y el médico dijo que fue un éxito. Después de escuchar esto, me sentí muy feliz. Pronto llevamos al abuelo a casa y lo dejamos descansar. Después de un rato, le pregunté a mi abuelo cómo se sintió durante la operación. El abuelo respondió que no sentía nada y que el dolor había desaparecido después de la anestesia. El abuelo también me animó: recuerda, la cirugía no da miedo, lo que da miedo es tu función mental. No es sólo una cirugía, pase lo que pase, lo más aterrador es usarla en el corazón.

Aunque han pasado tres años, nunca lo olvidaré, porque esto demuestra lo digno que es aprender abuelo, te admiro mucho. Quiero aprender de ti.

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