Un ensayo de 500 palabras sobre un viaje de otoño a la Bahía de Xile.
Ese día, el cielo era excepcionalmente azul y las nubes excepcionalmente blancas. El arroyo cantaba alegremente y corría a lo lejos; los pájaros cantaban deseándonos un buen rato. En el coche hablamos y reímos y pronto llegamos al lugar pintoresco.
Después de bajar del autobús y registrarnos, hicimos fila y entramos felices. Cuando llegué al estanque de peces para alimentar a los peces, primero les di un poco de comida. Probablemente pensaron que me estaba alimentando muy poco y no estaban muy interesados. Tuve que coger un puñado de comida para peces, fue horrible. El pez olió la fragancia y vino hacia mí. Me los arrebataste de las manos y algunos incluso saltaron del agua. Solo por una comida tan deliciosa, resultó ser un grupo de verdaderos amantes de la comida, lo que me hizo reír. ¡Por supuesto, también son inteligentes! Mientras sepas que tienes comida en la mano, nadarán dondequiera que vayas. ¡Lo he experimentado yo mismo!
Luego llegamos al laberinto de plantas y estábamos listos para descubrirlo. Es principios de primavera y todavía hay un frío en el aire, lo cual es perfecto para los ciruelos en flor. Verás, hay varios ciruelos blancos con diferentes posturas, algunos todavía son pequeños capullos, algunos pétalos están ligeramente abiertos, como una niña tímida que no se atreve a mostrar su rostro; Mira, también hay una ciruela roja poco común. Aunque es como una niña, es elegante y lujosa, y florece con su belleza. Aquí hay algunas ciruelas amarillas, que no son tan hermosas como las ciruelas blancas, pero también hacen que la gente las ame. Me relajé, olí, olí y olí otra vez, sintiéndome relajada y feliz. Había flores por todas partes y tardamos media hora en salir del laberinto.
Después jugamos a muchos juegos, como coches chocadores, trenes pequeños y sillas voladoras.
Me iré a casa antes de darme cuenta. Al mirar la puesta de sol dorada, sentí nostalgia. Nostálgico, nostálgico, reacio a irse