Tabla de tasas de interés bancarias de EE. UU. (1980-2015)
La tasa de interés en 1980 era del 13,35 %, luego aumentó al 16,39 % en 1981 y cayó al 12,24 %. en 1982, volvió a caer en 1983. En los años siguientes, las tasas de interés fluctuaron varias veces, alcanzando el 10,23% en 1984, el 8,1% en 1985, el 6,8% en 1986 y el 6,66% en 1987. La tasa de interés anual aumentó al 7,57% en 1988, alcanzó el 9,21% en 1989 y volvió al 8,1% en 1990. Pero en la década de 1990, las tasas de interés comenzaron a bajar, del 5,69% en 1991 al 3,52% en 1992, y luego al 3,02% en 1993. En 1994, el tipo de interés aumentó ligeramente hasta el 4,21% y luego osciló entre el 5,83% y el 5,3% en los años siguientes.
En el siglo XXI, las fluctuaciones de las tasas de interés se han vuelto más significativas, aumentando al 6,24% en 2000 y cayendo al 3,88% en 2006. En los diez años siguientes, las tasas de interés cayeron significativamente, llegando incluso al 1,67% en 2002. El punto más bajo se produjo en 2008, con sólo el 1,92%. No fue hasta 2009 que el tipo de interés se redujo nuevamente hasta el 0,16% y se mantuvo en niveles extremadamente bajos en los años siguientes.
El ajuste de los tipos de interés bancarios no es una decisión aislada, sino que está afectada por múltiples factores. Primero, la tasa de interés debe fijarse de manera consistente con el nivel general de precios para asegurar el ingreso real de los ahorradores. En segundo lugar, se deben considerar los costos de los préstamos de las empresas para garantizar que los ajustes de las tasas de interés no aumenten excesivamente la carga financiera de las empresas. Además, los ingresos y gastos fiscales, los diferenciales de las tasas de interés de los depósitos y préstamos bancarios y la oferta y la demanda de capital social también son factores importantes que determinan las políticas de tasas de interés que deben ajustarse a la estrategia económica general del país y reflejar la dinámica del mercado.
Los datos y la teoría anteriores muestran que las tasas de interés de los bancos estadounidenses han experimentado fluctuaciones significativas en las últimas décadas, lo que refleja los efectos interactivos del entorno económico, la orientación política y la oferta y demanda del mercado.